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Fragmento del "Prólogo" de Soledades
Soledades reifica una vez más el continuo de una literatura femenina que dialoga hic et nunc con Dazra Novak o Wendy Guerra, sobre todo con la última hay puntos de contacto que tienden puentes mágicos hacia la Isla y lo supranacional. Elvira ha captado lo natural humano con una destreza poética para personificar una isla que viaja y permanece en el corazón y en la fuerza de su identidad.
De la Autora
Soledades: La isla de Prometeo, se alimenta del escenario mitológico en Cuba. La Revolución cubana—el fuego prometeico—fue dada a los hombres. Devino un referente para el mundo y quizá, el exceso revolucionario les legó la pena del titán.
La Isla es un espacio de angustia y sus habitantes se ven impelidos al éxodo. La diáspora cubana sufre el destierro: desconcertada, renuncia a Cuba sin descubrir cuánto la ama. Soledades recrea una isla humana—quizá un Macondo, al decir de García Márquez— cual espacio marginal-centro. La isla de Prometeo no tiene un espacio fijo, es una gran balsa: reliquia de los cubanos sumidos en la diáspora. Cuba duele.
El libro es un retrato con pinceladas de familia, ruptura, tristeza y erotismo; un viaje que emprende la sociedad cubana contemporánea, que posterga las bellezas indescriptibles o su (re)descubrimiento dentro o fuera—despojándose de ataduras y escapando de los límites de sus fronteras.
La hibridez formal o genérica de Soledades, refiere la versatilidad en las costumbres de Cuba—una Isla Tesoro, vasta en náufragos, parecidos a Crusoe—, sumida en el caos que da sabor al ajiaco cultural.




Canción sin palabras